El sábado 13 de marzo Pedro Sánchez
anunció el estado de alarma, confinando a los ciudadanos en sus hogares y limitando
la salida al exterior a actividades muy básicas, como ir a comprar comida o al
médico. Sin embargo, de forma incomprensible para muchos, no detuvo la
actividad productiva no esencial, excepto aquellas actividades que generaban
más riesgo de contagio, como los colegios, la hostelería o buena parte del
comercio. Sin embargo, la industria, las oficinas, la construcción, etc.
pudieron seguir funcionando. Es cierto que se pidió priorizar el teletrabajo,
pero eso no impidió que el lunes millones de personas tuvieran que ir a
trabajar para llevar a cabo actividades no esenciales. Algo que han estado
haciendo durante dos semanas, hasta que finalmente se ha decretado también su
suspensión.
Vamos a dejar al margen los
errores de previsión previos al 13 de marzo. Pero el 13 de marzo había
información suficiente para haber tomado la medida más drástica posible de
confinamiento. Ha sido una imprudencia no haberlo hecho y decir que ya se iría
viendo cómo evolucionada la curva y en función de eso se tomarían medidas. ¿Qué
curva? ¿La curva de contagios, que posiblemente sólo identifique uno de cada
diez contagiados reales? ¿La curva de fallecidos, que indica los contagiados
que podría haber hace dos o tres semanas? Sin datos actualizados del número de
contagiados fiable, no había ninguna evolución que observar, salvo el
crecimiento exponencial e irreversible de los muertos.
El día 13 de marzo España
registraba ya 122 fallecidos y 4.300 casos detectados. Teniendo en cuenta una
tasa de mortalidad del 1% y que las personas tardan en fallecer, desde que son
contagiadas, entre dos y tres semanas, ya se sabía que a finales de febrero en
España había al menos 10.000 personas contagiadas. Si tenemos en cuenta que
durante esas 2-3 semanas, la inmensa mayoría de esos 10.000 contagiados han
hecho vida normal y han contagiado a otras personas, los cuales a su vez han
podido contagiar a otras, era evidente que en torno al día 13 de marzo España
tenía un mínimo de 100.000 personas contagiadas, en un cálculo conservador (hay
modelos matemáticos que lo permiten calcular). Esto ya se sabía el día 13 de
marzo, no es algo que se diga a posteriori, y por ello hubo personas que
solicitaron al gobierno que la paralización fuera total, excepto lo esencial.
Sin embargo, el Gobierno defendió
que no era necesario y que ocasionaría mucho daño a la economía. Ahora lo han
tenido que hacer, por lo que no han evitado el daño a la economía sino que lo
han aumentado al retrasar el momento en el que se pueda doblar realmente la
curva y tener controlado el virus. Pero, sobre todo, este retraso de dos
semanas va a costar muchas vidas humanas, tanto por el incremento de contagios
como por el hecho de que estos contagios se van a producir en un contexto de
colapso de la sanidad pública, algo que se sabía perfectamente el 13 de marzo.
No olvidemos que en ese momento Italia ya llevaba más de 1.000 muertos, lo que
evidenciaba que la cosa iba a ser muy seria también en Europa, no sólo en
China.
De haber tomado esa medida hace
dos semanas, hoy ya comenzaríamos a ver sus consecuencias. De esta manera,
todavía tardaremos dos semanas en poderlas apreciar con claridad, sobre todo en
la estadística de fallecidos. Dos semanas de retraso que son clave, porque van
a ser dos semanas en las que los hospitales estén colapsados y en consecuencia
tengamos una sobremortalidad altísima, no sólo de enfermos de coronavirus sino también
de otros pacientes (infartos, ictus…) que no tendrán disponible una UCI en la
que poder ser atendidos.
El Gobierno finalmente ha
decretado la suspensión de toda actividad productiva no esencial. Lo ha hecho
dos semanas tarde pero al menos lo ha hecho, así que hay que reconocerle que no
se haya enrocado en su error y haya modificado su posición inicial. No es algo
muy frecuente en los gobiernos que rectifiquen en tan poco tiempo.
En todo caso, es importante
destacar que el confinamiento de estas dos semanas no ha sido estéril ni mucho
menos. Ha sido muy importante y va a dar sus frutos muy pronto. Posiblemente en
estas dos semanas hemos hecho el 80% de todo lo que podíamos hacer, pero hubiéramos
necesitado hacer el 100%.
En momentos tan duros como este, es
necesario estar unidos y apoyar al Gobierno. Aunque sea críticamente, como yo
hago. Ahora no es momento de batallas internas ni juegos políticos. Todavía
quedan unas semanas muy duras en los hospitales. Cuando toda esta pesadilla
pase, habrá tiempo de hacer valoraciones, rendir cuentas y pedir
responsabilidades. Pero ahora todos tenemos que estar a una y tratar de reducir
la curva hasta que no quede un solo contagio local, como ha conseguido
finalmente China tras más de dos meses de tener a 60 millones de personas
totalmente confinadas en sus hogares.
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